Un niño metafóricamente
hablando lo describiría como una esponja que absorbe todo lo que le rodea. Una
esponja que, principalmente, aprende primero mediante la observación de sus
seres más cercanos (familia, amigos, maestros, etc.), y mas tarde aprenden de
la imitación, es decir, primero tienden a observar la conducta y después a
imitarla, aunque esto seria hablando generalmente no quiere decir que siempre
ocurra de esta manera.
Cabe destacar como algo
muy importante que no todas las esponjas absorben de la misma manera por lo que
todos los niños son diferentes y aprenden de formas diferentes, ninguno cambia
y evoluciona al mismo tiempo ni de la misma manera.
Por lo tanto es
imprescindible que nosotros como maestros seamos un claro y buen modelo de
conducta a seguir por estos pequeños, ya que de nuestro ejemplo dependen mucho
sus futuras conductas. De la misma manera que hay que respetar y saber
diferenciar los distintos ritmos de aprendizaje de cada uno, lo que puede ser
más difícil pero no por ello se ha de dejar de lado. De la diferencia nos
podemos enriquecer todos.
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